POR: GANESHA BOTERO
La Danza Butoh se originó en el Japón de posguerra, entre cuerpos mutilados y una sociedad completamente desesperanzada. Los artistas empezaron a actuar en la calle y en las universiades, hacían happenings y performance para concientizar sobre lo que sentían que el pueblo estaba perdiendo. Buscaban despertar a esos ciudadanos que habían dejado de lado sus raíces. La memoria debía ser recuperada y había que protestar, hablar con el cuerpo. Kazuo Ohno, nacido en 1906, era un profesor rural de educación física y la primera vez que se acercó a la danza fue en 1929, cuando vio un espectáculo de flamenco de Antonia Mercé, “La Argentina”, en el Teatro Teikok (Imperial) de Tokio.
El uso generalizado de la palabra butoh, derivado de buyó, se refería a todas las danzas que no entraran en la categoría de danzas tradicionales del Japón como el vals, el flamenco, etc. Llegó a significar un movimiento en la danza a partir del Ankoku Butoh-ha. El carácter "bu" significa bailar, y "toh", dar un paso o pisar. El carácter "ha" significa grupo o partido. "Ankoku" significa 'lanzar negro' u oscuridad (Blakekey 1988:2).
Los movimientos de esta danza son lentos e hiper-controlados, creativos, pero sobretodo expresivos, mientras juega con temas controversiales, absurdos e inimaginables, de una forma grotesca que inclusive su intención llega a incomodar al público. Todo esto con el propósito de hacer que el público se cuestione sobre su verdadera función en este mundo.
Durante las rutinas de ensayo no están permitidos los espejos, para dejar que el interior salga, se exprese y sea el que hable. Al dejar expresarse a lo íntimo del ser, a éste no le interesa si lo que sale va a gustar o no a los espectadores, no sale para agradar a nadie, su motivo de existencia es expresarse.
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